lunes, 2 de marzo de 2015

Frére Jacques, dormez-vous?

Fue una de las primeras canciones que nos enseñaron en el colegio, acaso la primera. En la misma época de otra en la que cruelmente se desplumaba una alondra, de a poquitos, para que nos aprendiéramos las partes de su cuerpo. Pero esa es otra historia.

Pego la letra, es una breve canción infantil, tradicional francesa:

Frère Jacques, Frère Jacques,
Dormez-vous? Dormez-vous?
Sonnez les matines! Sonnez les matines!
Din, dan, don. Din, dan, don


Mi traducción:
Fray Santiago, Fray Santiago,
¿duerme usted? ¿duerme usted?
¡Toque las maitines! ¡Toque las maitines!
Din, dan, don. Din, dan, don.


Santiago es el fraile campanero, y no ha tocado la llamada a la oración matinal, por lo que le se pregunta si se ha dormido, y se le reclama que toque las campanas. Luego suenan el “din dan don”, supongo que porque Santiago ha corrido al campanario a cumplir su trabajo.

Hay traducciones diversas al español, mi esposa recuerda una en la que se reemplaza el nombre del fraile con su oficio: “campanero, campanero...”.



Todo esto va porque hace algunas semanas un amigo del colegio publicó alguna canción de esas que cantábamos de pequeños (hace muchísimo tiempo) y una de las que recordé fue la de Frére Jacques.

Y luego vino a mi memoria algo más personal: Hacía años yo me preguntaba cómo era posible que Jacobo (Jacques) fuera el mismo  nombre que Santiago, ¡si no se parecen en nada!
No había tantas facilidades de búsqueda como ahora y la pregunta se quedó semiolvidada durante años.

Una madrugada divagaba como de costumbre y me decía que “Santiago” parece una fusión de “San” y un nombre, ¿”Iago” o “Yago”, como el de Shakespeare? ¿”Yaco”?

Pero claro, ¡Yakov, Jacobo!, y la idea tomó forma muy rápido.

Para entonces ya habían buenos buscadores de internet y confirmé la revelación, de la que sigo orgulloso por el motivo que sea.

El paso es el lógico: San Jacobo en latín es Sanctus Iacobus, pero con el uso y los siglos las palabras se convirtieron en Sant Iaco, Sant Iago y finalmente se juntaron en Santiago.


Los nombres que la gente pone a sus hijos responden con frecuencia a modas, antes locales y ahora inevitablemente globales. Últimamente se ven niños llamados “Thiago” o “Tiago”, que es una forma portuguesa de “Santiago” sin el prefijo de santidad.

Es un regreso inexacto al viejo Jacobo, pero un regreso. No es el único, internet me informa que “Diego” y “Diogo” vienen de esa misma separación.

Y ayuda a descubrit que el Yago de Shakespeare es, pues, Jacobo.

También explica que en inglés “Santiago” sea James (la forma “Jim” es menos obvia); aunque no entiendo como “Jack” puede ser diminutivo de “John”.

Explica que en italiano sea Giacomo y que, volviendo al principio, el dormilón Jacques sea Santiago porque es Jacobo.


Así pasa con los nombres antiguos y populares, trabajados por el tiempo y las traducciones.